PENSAMIENTOS
Todas las tardes el abuelo Ernesto se daba su paseo cuando el
Sol perdía su fuerza y tímidamente se acostaba entre las montañas. El esperaba
esas horas como si fuese su alimento y era cuando
la brisa marina le hacía sentirse más ligero. Sus pensamientos fluían
llenos de recuerdos.
Ay que ver se decía: ¿por qué no vería yo de joven esas
montañas tan onduladas? Hace años cuando tenía mi bicicleta esas montañas las
habría yo saltado de una en una sin cambiar de piñón. Pero algún día aunque sea
despacio tengo que subir y explorarlas, las veo tan misteriosas, me inquieta el
pensar que puede haber detrás. El sol no puede estar durmiendo solo.
Un atardecer contó a su nieto sus pensamientos y le dijo que
le gustaría subir para respirar, sumergirse en olores nuevos y contemplar el
cielo.
¿Quieres acompañarme? ¡Abuelo!, ¡claro que quiero! Pero en mi
bicicleta no podemos subir los dos, iremos andando empezando la marcha despacio
con la cantimplora llena de agua. El abuelo no durmió esa noche, en su cabeza
volaban mariposas con mensajes de escalada.
Se despertaba el SOL y ya estaban los exploradores iniciando
su aventura con la ilusión del que busca lo desconocido, si no paraban el
ritmo, llegarían pronto a coronar la cima.
Vitín, dijo el abuelo: Creo que no vamos a estar solos en la
excursión ¿no oyes a lo lejos unos cantos? Abuelo son las ramas olorosas que tintinean
y desprenden sus aromas.
¡NO!, ese canto
le conozco, ¡es de un gallo! Mis primos limpiaban una granja con muchos
animales y el gallo era el primero que cantaba. Me parece que detrás de esta montaña hay
familias sedentarias que han preparado una buena granja. La tendrán rodeada de
chumberas y pajiza.
Hace años en todas las casas tenían su pequeña granja en el
corral, siendo el sustento de la familia. Comían conejos, cerdos, y buenas
gallinas ponedoras con su gran gallo.
VIRPANA
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